CENTENARIO DEL ORFEÓN DE GRAUS 1914-1918


CENTENARIO DEL ORFEÓN DE GRAUS 1914-1918

El Orfeón de Graus se creó en 1914. Por tanto se cumplen cien años de su existencia. Formaron parte de él más de 100 personas y fue todo un acontecimiento cultural y social para el Graus de la época. En este blog quiero recoger los acontecimientos más señalados de su historia, así como los del que fue su director Manuel Borguñó.

sábado, 20 de junio de 2015

EL ORFEÓN EN ZARAGOZA 4ª parte

20 DE JUNIO 1915

La ofrenda de los orfeonistas

A las once y media de la mañana estuvieron los simpáticos orfeonistas en el Cementerio de Torrero, para depositar una corona de flores naturales sobre la tumba de Costa.

Rodearon los orfeonistas el lugar sagrado donde descansan los restos del insigne aragonés, descubrieronse los hombres, musitaron oraciones las señoritas y niños que forman parte de la masa coral y adelantándose el culto director de El Ribagorzano D. Marcelino Gambón colocó la hermosa corona de flores sobre la lápida de piedra que cubre el sepulcro del sabio.

El señor Gambón, emocionadísimo por el recuerdo de Costa pronunció breves y sentidas frases a la memoria del maestro; ensalzó sus obras, sus amores por Graus y por la patria, sus sabios consejos y terminó expresando su satisfacción por que la semilla que sembró Costa había fructificado en el Orfeón gradense, masa cultural nacida al calor de sus enseñanzas.

Honremos a nuestro muerto -decía el señor Gambón- continuando su obra meritísima en honor de España, del arte y de Graus.

Terminada la visita, los orfeonistas admiraron el mausoleo recientemente erigido a la memoria de Costa y abandonaron la necrópolis de Torrero silenciosos y conmovidos, al recordar la figura del hombre con quien convivieron y cuya vecindad inmortalizó en la historia el nombre de la villa de Graus.



Notas al margen

La noble villa altoaragonesa, -donde el gran Costa buscó refugio, escribió sus libros portentosos y encontró la muerte- debe mostrarse orgullosa de su naciente y notabilísimo Orfeón.

Un hombre de entendimiento y de corazón, un apóstol del Arte, Manuel Borguñó, puso a contribución de tan importante obra social, toda su inteligencia y todo su entusiasmo. En diez meses ha obrado el milagro de agrupar más de ciento cincuenta voluntades disciplinadas y dirigidas cabalmente por su temperamento de artista.

Hombres fuertes y laboriosos, bellas mujeres y risueños niños; cuanto en Graus vale y significa; en saludable confraternidad todas las clases sociales; han realizado una labor por mil conceptos admirable y cuya trascendencia en la vida local no ha de tardar en comprobarse.

[...]

Bien puede el Orfeón de Graus acometer las más difíciles empresas artísticas, pues, a parte de que el coro es muy nutrido y hay gran abundancia de voces de gratísimo timbre, vírgenes y plenas de salud, cantan con un estilo de vocalización irreprochable. He ahí uno de sus méritos sobresalientes. Sorprende también agradablemente la variedad de matices puestos de relieve en las páginas descriptivas, en las que la discreta ponderación vocal hace sentir la dulzura, la graciosa placidez de que están impregnadas las melodías.

Cantan con precisión y delicadeza. La firmeza en los ataques y en las explosiones contrastantes de sonoridad es completada por la perfección en los empastes de las distintas cuerdas. Lo que les permite dar a sus ejecuciones una expresión magnífica cuyo colorido recorre toda la grama de luz, de intensidad, de aterciopelado hasta el punto de que la línea melódica se esfuma, se diluye, por medio de pianísimos, sordinas y otros efectos a media voz.

Desde el débil murmullo hasta los brillantes conjuntos corales el orfeón de Graus canta con acentos apacibles, sin desgarrar en los fortísimos ni acelerar el tiempo, defectos en que incurren con frecuencia los orfeones poco disciplinados.

Las frases musicales son dibujadas. No es posible obtener mayor exactitud. Y cada obra alcanza así el relieve propio y bien definido que le caracteriza. En la articulación y modulación de las palabras pudimos apreciar una propiedad y un sentimiento armónico verdaderamente extraordinarios. De ahí que las estrofas se desarrollan, de una a otra cuerda de cantantes, en forma de espirales. Sobre todo en la resolución de las frases y en el procedimiento admirable de los grupetos, para conducir mejor las voces, nos convencieron los simpáticos gradenses de que vencen las mayores dificultades con gran sencillez. El ajuste es perfecto y merced a la seguridad con que vocalizan, su sosiego, y el exquisito sentido tonal de que hacen gala, consiguen siempre una afinación impecable.

En suma, hubo pasajes en que al escuchar a esta masa coral nos parecía oir la solemnidad y la armonía de un órgano: que es, a nuestro juicio, el desideratum a que pueden aspirar las agrupaciones orfeónicas cuando cantan composiciones a voces solas.

También es digno de los más efusivos encomios el Sr. Borguñó por sus laudables propósitos en favor de la típica canción española. Para expresar cuanto se quiera no es preciso recurrir a latiguillos, procacidades ni chabacanerías, cosas de gusto pésimo que están mandadas retirar de la escena por ser atentatorias a la pureza del arte lírico. No hace falta más que inspirarse en los cantos populares, tan pródigos y hermosos en nuestro país.

El folklore español es cantera de donde pueden sacarse grandes bellezas musicales sin apelar a procedimientos canallescos que hemos importado en mala hora. Para decir bien las coplas no hace falta más que conservar íntegramente el aire popular y exteriorizarlo con gracia honesta, candorosa, naturalísima. Y esa es la causa de que las distinguidas damitas del Orfeón de Graus Pepita Sazatornil y Conchita López, aparte de sus espléndidas facultades, hayan sido aplaudidas con insólito entusiasmo. Aquellas castizas tonadillas de autores desconocidos del siglo XVIII, especialmente La flor de la canela, El marabú y la Tirana del caramba nos hicieron evocar la épica inmortalizada por los cuadros de Goya y los sainete de Ramón de la Cruz.

La jota de ritmo variado, escrita por el notable compositor Sr. Borguñó, director de Orfeón, y cantada con mucho ángel por la señorita Sazatornil, es una página de inconfundible sabor regional. Ese es el camino, y no hemos de ser nosotros quienes regateemos el aplauso y el parabién muy cordial a tan cultísimo músico y a sus admirables discípulos que ponen el nombre de Graus a gloriosa altura.

Heraldo de Aragón, 21 de junio de 1915

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