HOMENAJE DE COLÓN
En la mañana del día 12, el Orfeón con su
estandarte y el Centro Aragonés con su bandera, concurrieron al homenaje de
Colón en conmemoración de la fecha del descubrimiento de América. Fue un acto
solemnísimo.
EN EL CENTRO
ARAGONÉS – LUNCH
La patriótica entidad aragonesa que con los
hijos de Graus residentes en la capital del principado, han hecho toda suerte
de obsequios y manifestaciones de cariño y afecto a nuestro Orfeón
multiplicándose todos en prodigarnos atenciones y homenajes que jamás podremos
corresponder, quisieron honrarnos con un obsequio más, dedicándonos en la tarde
del Pilar, fiesta de los aragoneses, un espléndido lunch, servicio en los
salones de la Casa de Aragón con gusto irreprochable y exquisita galantería. Al
descorcharse el champagne, el distinguido Presidente de aquel Centro D. Pascual
Sayos, ofreció el convite a los orfeonistas gradenses en elocuentes y
expresivas palabras de cariñosa simpatía y devoción a sus paisanos por quienes
sentía afecto sin límites, despidiéndose a la vez con gran sentimiento, ya que
ineludibles e inaplazables obligaciones le motivaban a ausentarse de Barcelona al
día siguiente, pero que su espíritu no se ausentaría ya que quedaba con
nuestros orfeonistas, como también toda la Junta y todo el Centro Aragonés
quedaba con nosotros y a disposición de los orfeonistas durante los días de su
estancia en Barcelona. Dedicó un párrafo de vibrante patriotismo a don Joaquín
Costa, cuyo retrato se destacaba en el salón en lugar preferente y terminó con
vivas a Aragón, a Graus y Barcelona.
El Orfeón delante del Centro Aragonés
Contestáronle nuestro querido paisano don
Tomás Costa, que había llegado de Madrid con su distinguida señora para
acompañar al Orfeón grandense en Barcelona y el señor Gambón, siendo muy
aplaudidos.
El señor Sayos obsequió en nombre del Centro
Aragonés a las señoritas del Orfeón con bonitos ramos de flores, y a los
orfeonistas con habanos.
PRIMER CONCIERTO
Por la noche tuvo lugar el primer concierto
del Orfeón de Graus, en el elegante teatro del Centro Aragonés.
El aspecto que presentaba el espléndido
teatro era imponente. Media hora antes de la anunciada para principiar el
concierto, no podía darse un paso por ninguno de los locales del Centro. El
teatro estaba lleno de bote en bote. Ni una localidad quedaba vacía, siendo
muchos los espectadores que permanecían de pie por los pasillos de palcos y
plateas. Jamás se había visto el teatro como en la noche citada.
A las diez en punto descorriéronse los
hermosos cortinones del proscenio, recibiendo el Orfeón de Graus un estruendosa
y prolongada ovación que se fue repitiendo in
crescendo a la terminación de cada composición, mereciendo muchas de ellas
los honores de la repetición.
Programa del concierto en el Centro Aragonés
Desde Resurgimiento
que fue la primera composición que cantó el Orfeón, hasta la marcha del Tannhäuser que fue la última,
el público no cesó de ovacionar a nuestro Orfeón que lo aclamaba con frenesí.
Fue a no dudarlo un desbordamiento de entusiasmo.
Lo mismo, ¡Oh
qué buen eco! que las Albadas,
Amadruga, La jota, Ave verum, Hilanderas, Ven dulce amor, que Resurgimiento, Sardanas, Hereu Riera,
Tannhäuser, como todas las que cantaron, produjeron un entusiasmo
indescriptible.
Yo que me encontraba con el venerable don
Ángel Guimerá, me decía con frecuencia: estoy encantadísimo, oyendo esta caja
armónica. Es un notable orfeón.
La parte de las tonadillas también cautivó al
público que no cesó de aclamar y ovacionar a nuestras simpatiquísimas y
aplaudidas orfeonistas Conchita López y Pepita Sazatornil. Todo lo que puede
decirse de Pepita y Conchita, con ser mucho y bueno, queda dicho con consignar
que triunfaron en Zaragoza, han triunfado en Barcelona y triunfarán también en
Madrid, al igual que el Orfeón.
Partitura de El Marabú
En suma: que el concierto del Centro Aragonés
en la noche del Pilar produjo tal desbordamiento de entusiasmo que bien podemos
decir que fue una sublime jornada para nuestros benemérito Orfeón y para Graus. En uno de los intermedios y en el palco de la
presidencia, fue impuesta solemnemente por el señor Sayos, al estandarte del
Orfeón una preciosa corbata con los colores nacionales, bordada en oro.
El Ribagorzano, 28 de octubre de 1916
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EN HONOR DE COLÓN
La fiesta celebrada ayer bajo los auspicios
de la Casa de América, resultó, como todas las organizadas por esta simpática e
importante entidad, brillantísima. Las corporaciones oficiales, los cónsules y
representantes de las repúblicas hispano-americanas, las distinguidas colonias
de estos países, entidades económicas y casi todos los centros y entidades de
diversa índole de esta capital acudieron a la voz de la Casa de América para
rendir homenaje al insigne descubridor del Nuevo Continente.
CENTRO ARAGONÉS
Dio anoche su primer concierto el Orfeón de
Graus en el teatro Goya (Centro Aragonés), a donde acudió un público abigarrado
y numerosísimo. Era la fiesta del Pilar, la fiesta de Aragón. Se agotaron las
localidades, y aun se vendieron más entradas de lo que permite la capacidad del
nuevo y coquetón teatro. Con esto queda dicho que apenas se podía dar un paso, lo
mismo en el patio que en los corredores, resultando de la aglomeración de
público una atmósfera casi irrespirable.
Así caldeado el ambiente se presentó el
Orfeón de Graus, y obtuvo un éxito verdadero y brillante, un éxito que prepara
lo que habrá de obtener, todavía más considerables, en el Palau de la Música y
en Bellas Artes. Las ovaciones de anoche son como el preludio de la victoria.
Tiene de simpático el Orfeón de Graus que se
presenta humildemente, sin tener en cuenta el esfuerzo realizado y con la noble
intención de dignificar la música del pueblo, la genuina música española. La
idea de crear un orfeón en Graus, población de dos mil seiscientos habitantes,
aislada entre peñascos de las estribaciones del alto Pirineo y distante un buen
número de kilómetros de la estación del ferrocarril, era atrevida; pero
coronada la empresa por el éxito, han querido el maestro Borguñó y sus
orfeonistas dar el paso más arriesgado, salvando la distancia –enorme por su
significación- que media entre el pequeño pueblo montañés y una gran urbe
moderna, que a la vez es un centro de cultura musical.
Pero los aragoneses hacen las cosas como las
conciben, y seguros de su noble causa, emplearon su tenacidad famosa en vencer
todo obstáculo, yendo derechos al fin que se proponen.
El Orfeón de Graus es todo el pueblo de
Graus, sin distinción de clases ni matices; es un pequeño pueblo de España que
llega hasta nosotros orientado por su amor a la música y se nos muestra
sencillo, un poco brusco y franco, con la ruda franqueza campesina. Algo tiene
el caso de insólito; pero lo atrevido de la empresa y lo extraordinario del
caso despierta el interés y la simpatía de nuestro público, que recuerda, de
paso, que fue en Graus donde vivió Joaquín Costa pensando en redimir a España.
¿Será Graus decididamente, en su sencilla
vida lugareña, un pueblo orientador? Es, sobre todo, un pueblo con voluntad y
ansioso de hacer algo estimable que pueda servir de ejemplo a otros pueblos.
Por esto hizo el orfeón. Y el orfeón ha mejorado las costumbres pueblerinas, ha
matada en Graus el juego y la taberna, ha creado el gusto por el arte, ha
refinado un poco la ruda sensibilidad de los montañeses. Estos fueron los
primeros éxitos. El de anoche ya tuvo algo de consagración.
Cantó primeramente el orfeón del Himno a Costa, como podía cantar el
himno a la senyera. Es un canto
vibrante, de Borguñó. El público tributó a los orfeonistas y a su
maestro una ovación delirante. Oímos después Resurgimiento, de Borguñó; ¡Oh,
qué buen eco!, de Roland de Lassus; Canto
de la alondra, de Mendelssohn; Ven,
dulce amor, de Borguñó, y la gran marcha de Tannhäuser.
Sobre todo en la bella y deliciosa humorada
de Roland de Lassus, que tuvo que repetirse, consiguió el orfeón ser aplaudido
con entusiasmo. Hay unidad y mucha disciplina. Se advierte en seguida que los
coristas han estudiado mucho y que su director tiene puestos todos sus
entusiasmos en esta obra suya meritísima. El maestro Borguñó es catalán. Fue a
Graus en busca de salud, y con la salud encontró allí nuevas ilusiones de
artista, que ve hoy convertidas en hermosa realidad. Aparte del Orfeó Catalá, con todos los demás que
tenemos en Cataluña puede competir dignamente el de Graus. Desmerecen un poco
los tenores, pero hay una sólida preparación, y logra el maestro efectos de
conjunto sorprendentes y muy buenos armónicos. Además, el repertorio puede ser
nuevo e interesantísimo, pues apenas si se ha explotado la música popular
española. Por ahí deben ahora orientarse los esfuerzos del maestro Borguñó.
Partitura de L'hereu Riera, de Cumellas
Lástima fue anoche, por deficiencias de la
orquesta y acaso también por la fatiga de los coristas, cansados después de un
viaje largo y molesto, se advirtieran tropiezos que esperamos ver corregidos en
los próximos conciertos. Con todo, repetimos que el triunfo fue muy grande y
merecido. Cantáronse además, Ave verum,
de Saint-Saëns; Coro de hilanderas de El
buque fantasma, de Wagner; una sardana del maestro Morera, L’hereu Riera, de Cumellas; Dances y Albadas, de Borguñó, y la Jota de Retana, que provocó una
explosión de aplausos.
La segunda parte del programa se llevó con
tonadillas españolas, que interpretaron con mucho salero las orfeonistas
señoritas Pepita Sazatornil y Conchita López. Las dos son notables por la
delicadeza y claridad de su dicción y por su gracia ingenua y deliciosa. Sin
embargo, se distingue muy particularmente la señorita Sazatornil, que es una
artista de cuerpo entero. La chiquilla no tiene la costumbre de de pisar
tablados, y era anoche la segunda vez que veía un teatro. Naturalmente, estaba
como deslumbrada, y por otra parte, había de ser por fuerza cohibido su ademán.
Partitura de la Tirana del caramba
Le bastó, en cambio, la ingenuidad luminosa
de su sonrisa y el arte y el donaire que asomaron a través de sus rubores y
apocamientos, para levantar una tempestad de aplausos. Delicadísimamente y con
muchísima gracia cantó la Tirana del
Caramba, de modo que no la cantaría nadie mejor, y así otras tonadillas
clásicas y canciones de Borguñó muy estimables. Tuvo que repetirlas casi todas. En una jota final, también de Borguñó, fue
aclamada por los aragoneses, que llenaban el teatro.
Partitura de La flor de la Canela
Por su parte Conchita López, también demostró
tener intención y garbo, interpretando El
majo tímido, de Granados.
Partitura de El majo tímido
FAUSTO
La Vanguardia, 13 de octubre de 1916
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