Días antes del viaje del Orfeón a Barcelona, Manuel Borguñó dió una conferencia en la ciudad. Posteriormente, en Graus se publicaron estos fragmentos en los que se aprecia la ideología artística y moral del músico.
El Orfeón de Graus y la trascendencia de su labor social y artística en
Aragón
FRAGMENTOS DE UNA CONFERENCIA
Viviera Costa, y este pobre músico se creyera dispensado de
acudir ante vosotros para divulgar su obra,
que tendría un paladín incansable en la pluma de aquel pensador inmenso. El sabría que la canción es indicio de
salud lo mismo en los individuos que en los pueblos, y que un Orfeón es el pueblo cantando. El, gran
médico de pueblos que consagró su vida a la curación de su patria habría patrocinado los Orfeones. Un cronista de estas montañas me ha contado que el gran Maestro a su paso por Sobrarbe oyó en una rondalla esta copla castiza:
Niña del alma,
levántate
que esclafa el alba
por Gallisué.
Si
esta fabla antigua y olorosa "ESCLAFA" la apuntó en su cartera
elogiando la propiedad, con que expresaba el pensamiento, un pensamiento que
tal vez era el suyo de toda la vida. Esclafar, súbito abrir, súbito aparecer
como un capullo, como una aurora, súbito despertar de un pueblo cantando una
Albada. ¡Ah, sí! Costa os estaría hablando y convenciendo con su poderosa elocuencia.
Yo solo soy músico, y no se hablar, solo se sentir, pero aunque no sepa, quiero
hablar hoy al corazón de los aragoneses que sabe desbordarse aun sin los
estímulos de la oratoria. Repasando la historia, veo que el pueblo aragonés,
siempre ha respondido a las iniciativas nobles y grandes aunque muchas veces se
ha visto defraudado en sus esperanzas. Esto ha ocurrido cuando las clases directoras
han tenido a menos el ser generosas, cuando involucrando los intereses de la política
con los fueros de la cultura, han matado a esta sin mejorar aquella, siempre
que el Dios yo y el fulanismo han imperado sobre todo anhelo de regeneración
colectiva.
[...]
La
unión, el amor y la fortaleza engendran el bienestar. Un pueblo en estas condiciones
dedica sus horas de descanso a recreos que purifican sus costumbres y abren a
la inteligencia nuevos horizontes. Decía
un gran estadista en el año 1796 que la sociedad necesita diversiones pero no
espectáculos, no necesita que el gobierno la divierta, pero sí que la deje divertirse.
En los pocos días, en las breves horas que puede destinar a su solaz y recreo, buscará,
inventará entretenimientos. Bastará que se le libertad y protección para disfrutarlos.
Esto lo decía Jovellanos en el año 1796, hablando de la sociedad que trabaja, y
en el año 11916, nos encontramos en que se dan muchos espectáculos inmorales y
pocas diversiones honestas; en que hay personas de gran responsabilidad social
que proporcionan al pueblo espectáculos inmorales y a la vez ridiculizan a cuantos
en las horas de descanso se dedican a diversiones artísticas y honestas.
No
lo dudéis, el pueblo es siempre el mismo; el pueblo de hoy es el mismo que coronó
de gloria nuestro pasado, el pueblo aragonés conserva la misma inteligencia, la
misma hidalguía, la misma valentía de aquellos esforzados que tanto brillo dieron
al gran reino de Aragón. Si resucitaran los caudillos de antaño, encontrarían al
pueblo más pobre, más desengañado, pero con todo su amor al terruño, con toda
su ingénita energía, dormidas hoy, no muertas.
A este pueblo dotadle de un buen caudillo, que le infunda el santo y verdadero patriotismo, que le enseñe a luchar con las armas de la cultura y del arte, y veréis a este pueblo recobrar su antigua y casi extinguida personalidad espiritual y política, que al reconocer su gloriosa y fuerte personalidad, se convertirá en potente bloque que contribuirá a hacer una España nueva, rica y poderosa.
[…]
[…]
No
obstante la prosperidad de las sociedades corales en el extranjero, en España,
ocupados como estábamos y estamos todavía en luchas fratricidas y en política
de campanario, no había trascendido la importancia de estas instituciones,
habiendo sido un humilde obrero tornero de oficio, el fundador y propulsor de estas
sociedades; José Anselmo Clavé inspirado músico y poeta, más por instinto que por
el estudio, fundó la primera sociedad coral en España en el año 1850. El
ejemplo cundió y alrededor de la Sociedad coral Euterpe consiguió Clavé en el año
1867 ver reunidas en Barcelona cincuenta y siete sociedades Euterpenses
dirigiendo 2091 coristas.
Como
se ve los esfuerzos del insigne músico poeta fueron secundados por el pueblo catalán,
dándose el caso de que las juventudes de los pueblos, la más sensata y laboriosa
era la que engrosaba las sociedades corales que sin color político ninguno tenían
por lema la honradez, la cultura y la unión.
La
semilla ha germinado y ha dado óptimos frutos, prueba de ello es el Orfeó Catalá fundado por los maestros Millet
y Vives. El primero a fuerza de tesón y de talento, ha hecho del Orfeó Catalá una gloria de Cataluña y de
España. Además existen en Barcelona y Cataluña otros admirables Orfeones y
fuera de Cataluña muchos notabilísimos como son; el Orfeón Donostiarra, el Bilbaíno,
Pamplonés, el Zaragozano y tantos otros, que en Galicia, Asturias y Castilla, han
honrado y siguen honrando la tierra en que nacieron y se formaron. Sin embargo,
muchos intentos de formación de sociedades corales, sobre todo en Aragón han
fracasado. ¿Qué causas han sido las que han dificultado la formación de sociedades
corales en Aragón? Son muchas y múltiples que pasaré por alto para no fatigaros
y además porque vosotros seguramente conocéis mejor que yo.
[…]
Hablemos
del Orfeón de Graus y su trascendencia social y artística. Mi objeto no es,
como habréis podido notar, presentar la música solamente en su aspecto artístico
y técnico, sino más pronto bajo el punto de vista de utilidad pública. Graus población
de cerca tres mil habitantes, separada buen número de kilómetros del
ferrocarril, rodeada de agrestes peñas y amparada por la gigantesca peña que
constantemente la vigila, no parecía a primera vista, la población más a propósito
para fundar una institución de esta. índole; pero yo desde aquí debo rendir un tributo
de admiración al pueblo de Graus, que solo, sin apoyo de arriba, antes luchando que agradeciendo contra muchos que
debieron ser sus patricios, ha sabido triunfar hasta hoy formando disciplinado en
redor de la enseña del Orfeón.
Al
llamamiento, a la iniciativa de la fundación del Orfeón acudió todo Graus,
considerando un honor las más distinguidas familias contribuir a la formación
del mismo, ya como socios ejecutantes ya como protectores o ambas cosas a la vez;
cundió el ejemplo en las clases más humildes, no por ello menos valiosas, y
juntas en fraternal unión se acogieron a la saludable sombra de la enseña. ¿Queréis
un ejemplo más grande de patriotismo y de vitalidad aragonesa?
El
pueblo que corno Graus conserva una institución de cultura que tantos sacrificios
requiere, que sabe resistir la ingrata labor de los primeros ensayos, y que permanece
fiel a una institución que en recompensa a sus sacrificios solo le ha podido proporcionar
gozos espirituales, es un pueblo grande. Y no lo dudéis; con la misma
espontaneidad y amor que ha protegido el pueblo de Graus sin distinción de matices
ni categorías, esta obra de cultura y moralidad, responderían todos los pueblos
de Aragón.
[…]
Graus
ha sabido dar un hermoso ejemplo y al adoptar su Orfeón, seguirá en él, sabrá enaltecer
a sus hijos ilustres y honrarse a si mismo, siguiendo prestándole toda su protección,
con lo que no hará más que responder a la
noble tradición, y a las grandes y proverbiales virtudes cívicas del antiguo y
democrático condado de Ribagorza. Muchos inconvenientes se opondrán a nuestro
paso, no lo dudo, y con el primero y principal que se tendrá que luchar será
con el estado económico general del país, pero la obra del Orfeón de Graus es
obra de amor, y cuando hay amor y entusiasmo, todos los obstáculos se sortean con
éxito.
[…]
No
habiendo en los pueblos diversiones se entregan la mayor parte de sus hombres, a
las tabernas, a los cafés, y a la timba, engendradores en todo tiempo de seres
sin ideal, incapacitándolos para cumplir aún los más elementales deberes de
ciudadanía. No es en la mayor parte de los pueblos, el teatro ni los espectáculos,
ningún agente introductor de cultura, todo lo contrario. El encanallamiento, la
grosería, y la insulsez más escandalosa preside la mayoría de los espectáculos que
se dan en los pueblos, que hace que a paso agigantado se vaya perdiendo el decoro
y se respire en muchos pueblos una atmosfera de libertinaje que solamente
gracias a la mujer, generalmente de espíritu más elevado que el hombre, no
adquiere aun proporciones más alarmantes.
Era
muy frecuente oír en los pueblos de Cataluña cuando se fundaron las primeras
sociedades corales ¡Quien nos vio antes y quien nos ve ahora! Es muy frecuente oír
en Graus esta exclamación: ¡Qué cambio más grande ha operado en Graus el Orfeón!
Los hombres no juegan y las chicas desprecian las canciones del género ínfimo que ofendían su honestidad.
El
orfeón ha purificado además en Graus y su comarca la atmósfera de estas
pestilencias musicales, que importadas por cupletistas y los mal llamados
romanceros embrutecen el arte y la sociedad, ha rendido tributo al canto
popular, estas canciones tan dulces y tiernas con que nuestras madres mecieron
en la infancia el sueño de nuestra inocencia, a estas canciones que nos recuerdan
la grandeza de nuestros abuelos y nos traen el aroma de sus glorias. Estas
canciones que como nunca envejecen, los pueblos que no sepan conservarlas en el
torbellino de los tiempos modernos, perderán su personalidad y perdurarán en la
esclavitud. Todos los pueblos conscientes levantan un monumento a sus canciones
populares, pues ellas son las que despiertan su patriotismo y conservan sus costumbres.
Ellas son las que cuando os halláis lejos del terruño, humedecen vuestros ojos,
y despiertan vuestras añoranzas.
[…]
De
la labor artística del Orfeón de Graus ¿qué os diré? El menos indicado para hablaros
en este sentido soy yo. Cerca dos años lleva de vida el Orfeón, que a los diez meses
de su constitución realizó una excursión a Zaragoza, en donde no fue el Orfeón a
conquistar laureles sino a postrarse a los pies de su patrona la Virgen del Pilar
y a depositar una corona a la tumba del insigne gradense D. Joaquín Costa.
La
hospitalaria Zaragoza se mostró exageradamente benévola con nosotros y los elogios
que nos prodigó, fueron espontáneos, pero también generosos.
Para
el desarrollo de su labor artística, grandes son las dificultades con que ha tenido
que tropezar y tropieza, el Orfeón. Baste para ello decir que solo hay un profesor,
para las diferentes secciones de que el Orfeón se compone, que se permite
ingresar en él a todo el que quiere, sin exigirle voz ni solfeo, nada más que buena
conducta, y que muchos tienen que madrugar enormemente, no obstante lo riguroso
del clima, circunstancia que muchas veces nos obliga a suspender los ensayos. Con
tales obstáculos el progreso tiene que ser lento. Sin embargo este Orfeón que artísticamente
se considera el más humilde de los Orfeones, es un caso sin precedentes en la historia
de las sociedades corales españolas.
El
numeroso contingente de orfeonistas en un pueblo relativamente pequeño arrinconado
en las agrestes estribaciones del alto pirineo sin vías de comunicación modernas,
me produce el efecto de un número crecido de admirables flores nacidas en la
aridez de una inmensa roca y que con su sencillez y fragilidad resistieran
milagrosamente todos los embates de los elementos desencadenados de la
naturaleza.
[…]
Antes
de terminar quiero insistir en que el Orfeón colabora en la obra magna de dignificar
las canciones, sustituyendo las frívolas y achulapadas que hasta hoy nos han servido
y siguen sirviéndonos los escenarios, y tratan de imponernos ciertos
compositores poco escrupulosos, con otras más dignas, más bellas y sobre todo
más nuestras, o sea más genuinamente populares y nacionales.
Con
esto de la dignificación de la canción ha sucedido, lo que probablemente
sucedería en un país donde se formara una liga para combatir la inmoralidad,
fundada y dirigida por hombres conocidos por su vida libertina y desenfrenada, es
decir, por los menos indicados para cumplir tal misión. No son los
profesionales de la música que la han industrializado, los llamados a mejorar la
canción, sino los músicos devotos de ella con el pueblo mismo. La dignificación
de la canción debe partir de un ambiente moral y artístico más puro que el que se
respira en los escenarios de café-concierto y de los que se exhiben en la
inmensa mayoría de cinematógrafos españoles.
Es
un apostolado que debieran de ejercer los padres para con sus hijos, los profesores
para con sus discípulos, afeando el canto de estas sandeces musicales y
literarias como se afea la blasfemia.
Hay
muchas artistas innatas que no lo son profesionales. Pues bien, estas son las verdaderamente
llamadas a dignificar la canción, ya en las reuniones particulares, ya en las entidades
de cultura social y artística y en los espectáculos y conciertos públicos que estas
organizan.
Solo
así se podrá lograr que sea un hecho la verdadera dignificación artística y
moral de la canción española; y el Orfeón de Graus, creyéndolo así y convencido
de que con ello realiza una obra moralizadora de inmensa importancia cuenta para
esta empresa con algunas señoritas sacadas de su mismo seno, flores naturales
modestas y olorosas que poseen una rara predisposición para el arte pero que por
su modestia y desahogada posición social no serán jamás artistas profesionales.
Algunos autores españoles, (muy pocos) han dedicado sus esfuerzos y su talento a dignificar la canción española, entre ellos el malogrado Granados del cual eran algunas de las tonadillas al estilo antiguo que entre otras canciones interpretaron ingenua y magistralmente en el Teatro Principal de Zaragoza las distinguidas y gentiles señoritas
Pepita Sazatornil y Conchita López, en la excursión artística que el Orfeón
realizó el próximo pasado año en la mencionada ciudad.
Estas
dos señoritas que el mismo día que conocieron el tren se presentaron rodeadas de
sus compañeras en el brillante teatro Principal de Zaragoza fueron aclamadas.
Estas y las demás señoritas, merecen bien del arte y de la patria. Son las
depositarias de la canción eterna y milagrosa, vencedora del tiempo que viniendo
de una edad lejana se dirige a otras futuras para consuelo y regocijo de
nuestros nietos. Merced a estas heroínas que hacen del descanso un nuevo
trabajo, las místicas Albadas y los Dances como auras benéficas del Alto Aragón,
irán pronto a besar las faldas del Monserrat y del Montseny y embriagarán a Barcelona,
esta ciudad admirable que para la música ha levantado un templo.
Discípulas
hoy, mañana serán maestras y enseñarán a sus hijos y serán madres dos veces.
Y
todos los Orfeonistas de Graus, hombres y mujeres, habrán sido dos veces campeones,
del arte y de la patria.
Y
ahora gracias por esta atención que yo quisiera ver trocada en entusiasmo por los
coros y orfeones, convencido como estoy de que ello redundaría en beneficio
también de la Patria y del Arte.
MANUEL
BORGUÑÓ
NOTA.-El
Orfeón de Graus va a visitar la ciudad de Barcelona y no tiene la vana pretensión
de conquistar laureles artísticos.
En
el repertorio del Orfeón de Graus figuran algunas composiciones originales de
su maestro Director, en las que se ha tenido en cuenta únicamente las condiciones
especiales de esta novel masa coral.
Junto
con los aragoneses de Barcelona quieren el Orfeón de Graus ser la piedra
fundamental de una verdadera inteligencia espiritual catalano-aragonesa.
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