LA FIESTA DEL PATRÓN
La solemnidad religiosa
Al amanecer del día de San Isidro, la banda de música ejecutó, recorriendo la población, alegre diana, anunciando al vecindario la solemnidad de la fiesta del santo labrador.
A las nueve, el volteo de las campanas anunciaba la llegada del ilustrísimo señor obispo de Barbastro, [...]
Una numerosa Comisión del Sindicato Agrícola con bandera y música salió a las afueras a recibir al señor obispo [...], se dirigieron todos hasta la iglesia parroquial de San Miguel por la amplia calle del Barranco.
Hecha la visita en dicha iglesia [...] se dirigió el ilustrísimo prelado y brillante acompañamiento a la basílica de Nuestra Señora de la Peña, en cuyo hermoso templo se celebró solemnísima misa notablemente cantada por las señoritas del Orfeón y dirigida por su inspirado director D. Manuel Borguñó. Cantaron la misa de Angelis las simpáticas señoritas con mucho gusto y afinación. [...]
Terminada la misa, entonaron las señoritas de Orfeón el hermoso himno de San Isidro (inspiración del Sr. Borguñó), cantando el solo su notable expresión, la señorita Pepita Sazatornil [...].
Para dar idea de la enorme concurrencia que asistió al templo de Nuestra Señora de la Peña, basta decir que pasaban de 2.000 almas las que asistieron a la festividad de San Isidro.
Una gran rondalla, a cuyo frente iba la bandera del Sindicato, recorrió la población.
Por la noche
La banda de música dio un concierto en la plaza Mayor, de nueve a once, improvisándose con tal motivo un animado baile, dirigiéndose después la banda al domicilio del sindicato para amenizar el lunch con que la Junta directiva obsequió a las señoritas del Orfeón, que se reunieron allí después del ensayo de conjunto, escuchado aquella noche por un gran número de sindicalistas forasteros y de la localidad, que hicieron grandes elogios del notable Orfeón.
El Sindicato estuvo abarrotado de un gentío inmenso hasta la una de la madrugada, escuchando agradablemente y aplaudiendo con entusiasmo a las simpáticas señoritas Pura Colón y Margarita Guaux, que cantaron la jota como los propios ángeles.
El Ribagorzano, 31 de mayo de 1915
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